jueves, 7 de junio de 2012


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¿Cuándo se jodió Panamá?
EUDORO JAÉN ESQUIVEL
 
¿Cuándo se jodió Panamá?
2012-05-15 — 12:00:00 AM — T enemos 36 meses de sufrir una ola de escándalos, una cadena de sobresaltos que aparenta no tener fin, cada día más peligrosa para nuestra estabilidad emocional y social. La Clase Política y los gobernantes no dan tregua. No es justo, merecemos disfrutar de mayor paz y tranquilidad. ¿Hasta cuándo? Estoy hastiado. ¡Basta ya!

El panorama es deplorable ante la actitud complaciente de la mayoría de la población. Situaciones que en mi vida de institutor hubiesen provocado grandes demostraciones de protestas, hoy pasan desapercibidas. ¿Cuándo se perdió esa rebeldía? ¿Esa reacción de la juventud hacia la clase política en el pasado, presionando por una mejor sociedad? ¿Por qué los viejos nos hemos vuelto tan apáticos? Más emoción y manifestaciones observamos en un juego de pelota. Ese conformismo exagerado es peligroso. Aumenta la preocupación aun más por el estado comatoso que muestran los clubes cívicos, gremios y organizaciones empresariales frente a este clima social de olor a corrupción y desprecio de la clase gobernante hacia los ciudadanos.

Como si todo esto fuera poco, aumenta la dependencia en la ‘chinguía’, la droga y el ‘juegavivo’ y crecen las estadísticas de muertes violentas y casos de violencia familiar. Realmente estamos a un nivel sumamente crítico de degradación social. Vale preguntarse: ¿cuándo se jodió Panamá? Ese ‘cuándo’ es importante, pues nos puede indicar cuándo empezamos a fallar, por qué, y darnos pistas en cómo cambiar el rumbo fatídico actual.

No existe consenso entre familiares y amigos en determinar cuándo se jodió Panamá; coincidimos en que estamos jodidos.

Para los extremistas, nacimos jodidos como República. Contrario a otros pueblos americanos, nuestra gesta de separación estuvo ausente de sangre y dolor. Fue pacífica, producto de intereses mercantilistas, más que deseos patrióticos, aupados por el imperialismo gringo de Teddy Roosevelt. Una visión fatalista de nuestra existencia republicana que no comparto.

Otros piensan que la causa del mal fueron los años de la dictadura, concedo cierto mérito a esta tesis, pero no como la causa, más bien como contribución al proceso, pues este ya estaba en marcha. Sí acepto que uno de los mayores daños de la dictadura ha sido el de convertirnos en un país de cínicos donde nadie cree en nadie, ni en nada, pero debo reconocerle a Torrijos su contribución al desarrollo de un mayor sentido de orgullo nacionalista y el estímulo a la formación de una mayor clase media profesional, que casi no existía previa su toma del poder, en la época de los grandes gamonales políticos.

Muchos opinan que Panamá se jodió con este gobierno. No comparto esa tesis, aunque acepto que con este gobierno el mal ha alcanzado su cenit histórico.

Mantengo mi propia visión del ‘cuándo’; pienso que sucedió en el periodo de la Patria Boba, durante la Segunda Guerra Mundial y el periodo de post-guerra que se intensifica en los años 1960, cuya situación nos lleva a la dictadura. Fue el periodo cuando los partidos políticos aceleran su degradación, pierden disciplina partidaria, abandonan sus doctrinas (salvo el Partido del Pueblo) y pierden visión de país, Es cuando surgen los grandes gamonales políticos, empieza el populismo y la corrupción de las masas (‘paquetazos’, botellas, compra de votos, etc.), periodo de recia competencia por el poder político entre la oligarquía criolla gobernante, en búsqueda de mayores beneficios para sus intereses particulares. Periodo de la ‘danza de millones’ y el ‘quita y pon’ de presidentes. Periodo en que, como resultado lógico de ser la única institución con orden y disciplina, aumenta el poder de decisión política de la Policía, luego Guardia Nacional, que llega a su máxima expresión con la elección a presidente del general Remón. Para mí, en ese periodo se jodió Panamá. Situación que no hemos podido superar y, con el nivel de conformismo y desidia que hoy mostramos, no estamos nada cercanos a superarla, por lo contrario, se ha tornando peor.

La Historia tiene el mal hábito de repetirse. Preocupa el paralelismo entre el periodo actual y el de los años 1960, cuando nos jodimos. Existen situaciones similares a ambos periodos, tales como el actual fortalecimiento institucional de las fuerzas armadas, el desprestigio de los partidos políticos y la clase gobernante, resurgimiento de los gamonales políticos y serias acusaciones de corrupción y mal uso de fondos públicos. ¿Qué sucedería si continua el rumbo hacia autocracia y continuismo? ¿Qué debemos hacer para frenar esa confrontación, violenta, para muchos, que se perfila? ¿Cuándo despertaremos de nuestro estado de amnesia social?

BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO. 

martes, 5 de junio de 2012


QUEDÁNDONOS ATRÁS’
‘Falling Behind’, Francis Fukuyama
EUDORO JAÉN ESQUIVEL
 
‘Falling Behind’, Francis Fukuyama
2012-06-05 — 12:00:00 AM — La disparidad en desarrollo económico entre los EE.UU. y nuestro Pueblo de América, la llamada brecha de desarrollo, continua siendo objeto de amplia discusión. Para empezar, vale notar que en el Siglo XVIII, Norteamérica y Suramérica tenían ingresos per cápita similares, hoy, el ingreso per cápita de la Región, aunque mejorando, sigue siendo apenas el 20% del de EE.UU., un alto porcentaje de nuestra población sobrevive en pobreza y mostramos unas de las peores distribuciones de riqueza a nivel global. Es lógico preguntarnos: ¿Qué nos pasó? ¿Por qué nos quedamos atrás?

Más dramático es el hecho histórico de que cuando llegaron los primeros anglosajones a nuestra América y fundan su primera colonia en 1607, Jamestown, en el actual Estado de Virginia, ya existían nuestras grandes ciudades coloniales , México, La Habana, Cartagena, Lima, Santo Domingo y Panamá, habitadas por tres generaciones de iberoamericanos y operaban nuestras universidades históricas, siendo la Universidad de Santo Domingo, la más antigua, fundada con más de tres siglos de anticipación que la Universidad de Harvard. Más razón aún para preguntarnos, ¿qué nos pasó?; ¿dónde nos equivocamos? Todavía no nos ponemos de acuerdo en las explicaciones.

Muchos culpan a nuestra brecha de desarrollo a razones culturales. Recuerdo con claridad mis conversaciones sobre el tema en Puerto España, Trinidad, en los años 1960 con don Germán Arciniegas, embajador Concurrente de Colombia en ese país en ese entonces, quien resaltaba el tardío arribo de los anglosajones comparado con los de la Península Ibérica y el hecho de que los anglosajones ‘no trajeron caballos’, aludiendo a que llegaron sin fines de penetración y conquista y que ‘trajeron sus familias’, lo que indicaba fines de colonización muy distintos al de nuestros ‘conquistadores’.

También la tesis de Lawrence E. Harrison, publicada en los años 70, donde trata de explicar que nuestra disparidad en desarrollo económico es resultado de un ‘Estado Mental’, o sea que todo está en nuestra herencia histórica y visión de nuestro destino. En su libro, ‘El subdesarrollo es un estado mental’, Harrison mantiene que los latinoamericanos hemos heredado una carga histórica muy pesada que impide nuestro desarrollo, que se manifiesta en nuestra tendencia hacia el caudillismo y soluciones mágicas, desden al trabajo manual de las clases dominantes y fatalismo de nuestra religión.

Otros culpan de nuestra situación a las ‘consecuencias de la dominación del Coloso del Norte’. Algo así como aducir que ‘somos pobres, porque ellos son ricos’ o mala suerte nuestro destino, parafraseando la famosa expresión del dictador mexicano Porfirio Díaz de principios del siglo pasado que dice así: ‘pobre pueblo de América, tan lejos de Dios y tan cerca de los Norteamericanos’. Tesis sustentada en el ensayo ‘Las venas abiertas de América Latina’ del escritor uruguayo Eduardo Galeano, de continua vigencia, particularmente en los grupos izquierdizantes, donde culpa nuestra situación al ‘constante saqueo’ de nuestras riquezas por los gringos. De plano admito que rechazo echarle la culpa a los gringos.

Recientemente se ha comenzado a culpar a la causa de la brecha a nuestras diferencias geográficas y tecnológicas.

Por el otro lado, Francis Fukuyama, el pensador y analista político norteamericano, famoso por su primer libro, ‘El fin de la historia y el último hombre’, donde sostiene que la Humanidad sigue una ruta inexorable hacia el capitalismo liberal, ha compilado una serie de nueve ensayos sobre el tema de la brecha de desarrollo bajo el título ‘Falling Behind’ (‘Quedándonos atrás’) que colectivamente disputan la tesis de que las causas de esta disparidad son ‘las vastas diferencias culturales y las consecuencias de la dominación de los Estados Unidos’, como también motivos geográficos y tecnológicos. El libro presenta nueve argumentos, más el de Fukuyama, donde sus autores exploran diferentes aspectos bajo la perspectivas de ambas regiones del porqué los EE.UU. y la América Latina difieren en sus respectivos desarrollos económicos.

El libro queda corto de cerrar la discusión. Salvo que insinúa que la solución al dilema apunta a gobiernos estables y efectivos, mejoras en políticas de desarrollo económico, mejores resultados producto de la educación, fortalecimiento de la democracia participativa y protección a los derechos de propiedad. Nada que los latinoamericanos no conozcamos ad naseaum, pero raramente lo practicamos.

El debate continuará toda vez que la América Latina continué quedándose atrás de los EE.UU.. Personalmente, me inclino hacia la tesis de Harrison y sobre todo a nuestra tendencia histórica conformista proclive a engendrar ‘caudillos’ populistas.