QUEDÁNDONOS ATRÁS’
‘Falling Behind’, Francis Fukuyama
EUDORO JAÉN ESQUIVEL
2012-06-05 — 12:00:00 AM — La disparidad en desarrollo económico entre los EE.UU. y nuestro Pueblo de América, la llamada brecha de desarrollo, continua siendo objeto de amplia discusión. Para empezar, vale notar que en el Siglo XVIII, Norteamérica y Suramérica tenían ingresos per cápita similares, hoy, el ingreso per cápita de la Región, aunque mejorando, sigue siendo apenas el 20% del de EE.UU., un alto porcentaje de nuestra población sobrevive en pobreza y mostramos unas de las peores distribuciones de riqueza a nivel global. Es lógico preguntarnos: ¿Qué nos pasó? ¿Por qué nos quedamos atrás?
Más dramático es el hecho histórico de que cuando llegaron los primeros anglosajones a nuestra América y fundan su primera colonia en 1607, Jamestown, en el actual Estado de Virginia, ya existían nuestras grandes ciudades coloniales , México, La Habana, Cartagena, Lima, Santo Domingo y Panamá, habitadas por tres generaciones de iberoamericanos y operaban nuestras universidades históricas, siendo la Universidad de Santo Domingo, la más antigua, fundada con más de tres siglos de anticipación que la Universidad de Harvard. Más razón aún para preguntarnos, ¿qué nos pasó?; ¿dónde nos equivocamos? Todavía no nos ponemos de acuerdo en las explicaciones.
Muchos culpan a nuestra brecha de desarrollo a razones culturales. Recuerdo con claridad mis conversaciones sobre el tema en Puerto España, Trinidad, en los años 1960 con don Germán Arciniegas, embajador Concurrente de Colombia en ese país en ese entonces, quien resaltaba el tardío arribo de los anglosajones comparado con los de la Península Ibérica y el hecho de que los anglosajones ‘no trajeron caballos’, aludiendo a que llegaron sin fines de penetración y conquista y que ‘trajeron sus familias’, lo que indicaba fines de colonización muy distintos al de nuestros ‘conquistadores’.
También la tesis de Lawrence E. Harrison, publicada en los años 70, donde trata de explicar que nuestra disparidad en desarrollo económico es resultado de un ‘Estado Mental’, o sea que todo está en nuestra herencia histórica y visión de nuestro destino. En su libro, ‘El subdesarrollo es un estado mental’, Harrison mantiene que los latinoamericanos hemos heredado una carga histórica muy pesada que impide nuestro desarrollo, que se manifiesta en nuestra tendencia hacia el caudillismo y soluciones mágicas, desden al trabajo manual de las clases dominantes y fatalismo de nuestra religión.
Otros culpan de nuestra situación a las ‘consecuencias de la dominación del Coloso del Norte’. Algo así como aducir que ‘somos pobres, porque ellos son ricos’ o mala suerte nuestro destino, parafraseando la famosa expresión del dictador mexicano Porfirio Díaz de principios del siglo pasado que dice así: ‘pobre pueblo de América, tan lejos de Dios y tan cerca de los Norteamericanos’. Tesis sustentada en el ensayo ‘Las venas abiertas de América Latina’ del escritor uruguayo Eduardo Galeano, de continua vigencia, particularmente en los grupos izquierdizantes, donde culpa nuestra situación al ‘constante saqueo’ de nuestras riquezas por los gringos. De plano admito que rechazo echarle la culpa a los gringos.
Recientemente se ha comenzado a culpar a la causa de la brecha a nuestras diferencias geográficas y tecnológicas.
Por el otro lado, Francis Fukuyama, el pensador y analista político norteamericano, famoso por su primer libro, ‘El fin de la historia y el último hombre’, donde sostiene que la Humanidad sigue una ruta inexorable hacia el capitalismo liberal, ha compilado una serie de nueve ensayos sobre el tema de la brecha de desarrollo bajo el título ‘Falling Behind’ (‘Quedándonos atrás’) que colectivamente disputan la tesis de que las causas de esta disparidad son ‘las vastas diferencias culturales y las consecuencias de la dominación de los Estados Unidos’, como también motivos geográficos y tecnológicos. El libro presenta nueve argumentos, más el de Fukuyama, donde sus autores exploran diferentes aspectos bajo la perspectivas de ambas regiones del porqué los EE.UU. y la América Latina difieren en sus respectivos desarrollos económicos.
El libro queda corto de cerrar la discusión. Salvo que insinúa que la solución al dilema apunta a gobiernos estables y efectivos, mejoras en políticas de desarrollo económico, mejores resultados producto de la educación, fortalecimiento de la democracia participativa y protección a los derechos de propiedad. Nada que los latinoamericanos no conozcamos ad naseaum, pero raramente lo practicamos.
El debate continuará toda vez que la América Latina continué quedándose atrás de los EE.UU.. Personalmente, me inclino hacia la tesis de Harrison y sobre todo a nuestra tendencia histórica conformista proclive a engendrar ‘caudillos’ populistas.
Más dramático es el hecho histórico de que cuando llegaron los primeros anglosajones a nuestra América y fundan su primera colonia en 1607, Jamestown, en el actual Estado de Virginia, ya existían nuestras grandes ciudades coloniales , México, La Habana, Cartagena, Lima, Santo Domingo y Panamá, habitadas por tres generaciones de iberoamericanos y operaban nuestras universidades históricas, siendo la Universidad de Santo Domingo, la más antigua, fundada con más de tres siglos de anticipación que la Universidad de Harvard. Más razón aún para preguntarnos, ¿qué nos pasó?; ¿dónde nos equivocamos? Todavía no nos ponemos de acuerdo en las explicaciones.
Muchos culpan a nuestra brecha de desarrollo a razones culturales. Recuerdo con claridad mis conversaciones sobre el tema en Puerto España, Trinidad, en los años 1960 con don Germán Arciniegas, embajador Concurrente de Colombia en ese país en ese entonces, quien resaltaba el tardío arribo de los anglosajones comparado con los de la Península Ibérica y el hecho de que los anglosajones ‘no trajeron caballos’, aludiendo a que llegaron sin fines de penetración y conquista y que ‘trajeron sus familias’, lo que indicaba fines de colonización muy distintos al de nuestros ‘conquistadores’.
También la tesis de Lawrence E. Harrison, publicada en los años 70, donde trata de explicar que nuestra disparidad en desarrollo económico es resultado de un ‘Estado Mental’, o sea que todo está en nuestra herencia histórica y visión de nuestro destino. En su libro, ‘El subdesarrollo es un estado mental’, Harrison mantiene que los latinoamericanos hemos heredado una carga histórica muy pesada que impide nuestro desarrollo, que se manifiesta en nuestra tendencia hacia el caudillismo y soluciones mágicas, desden al trabajo manual de las clases dominantes y fatalismo de nuestra religión.
Otros culpan de nuestra situación a las ‘consecuencias de la dominación del Coloso del Norte’. Algo así como aducir que ‘somos pobres, porque ellos son ricos’ o mala suerte nuestro destino, parafraseando la famosa expresión del dictador mexicano Porfirio Díaz de principios del siglo pasado que dice así: ‘pobre pueblo de América, tan lejos de Dios y tan cerca de los Norteamericanos’. Tesis sustentada en el ensayo ‘Las venas abiertas de América Latina’ del escritor uruguayo Eduardo Galeano, de continua vigencia, particularmente en los grupos izquierdizantes, donde culpa nuestra situación al ‘constante saqueo’ de nuestras riquezas por los gringos. De plano admito que rechazo echarle la culpa a los gringos.
Recientemente se ha comenzado a culpar a la causa de la brecha a nuestras diferencias geográficas y tecnológicas.
Por el otro lado, Francis Fukuyama, el pensador y analista político norteamericano, famoso por su primer libro, ‘El fin de la historia y el último hombre’, donde sostiene que la Humanidad sigue una ruta inexorable hacia el capitalismo liberal, ha compilado una serie de nueve ensayos sobre el tema de la brecha de desarrollo bajo el título ‘Falling Behind’ (‘Quedándonos atrás’) que colectivamente disputan la tesis de que las causas de esta disparidad son ‘las vastas diferencias culturales y las consecuencias de la dominación de los Estados Unidos’, como también motivos geográficos y tecnológicos. El libro presenta nueve argumentos, más el de Fukuyama, donde sus autores exploran diferentes aspectos bajo la perspectivas de ambas regiones del porqué los EE.UU. y la América Latina difieren en sus respectivos desarrollos económicos.
El libro queda corto de cerrar la discusión. Salvo que insinúa que la solución al dilema apunta a gobiernos estables y efectivos, mejoras en políticas de desarrollo económico, mejores resultados producto de la educación, fortalecimiento de la democracia participativa y protección a los derechos de propiedad. Nada que los latinoamericanos no conozcamos ad naseaum, pero raramente lo practicamos.
El debate continuará toda vez que la América Latina continué quedándose atrás de los EE.UU.. Personalmente, me inclino hacia la tesis de Harrison y sobre todo a nuestra tendencia histórica conformista proclive a engendrar ‘caudillos’ populistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario