Quo Vadis, Panamá, bis
EUDORO JAÉN ESQUIVEL
2012-05-29 — 12:00:00 AM — Si algún crédito en transparencia podemos darle a nuestros gobernantes es por su proceder en no esconder sus fuertes intenciones de perpetuarse en el poder. Si alguna vez hubo dudas, las borran las últimas declaraciones del presidente en Puerto Armuelles. Es claro, los nuevos gamonales le cogieron gusto a los beneficios personales del uso de poder y acceso al erario público. Es difícil perder las canonjías que hoy impunemente disfrutan y vencer el miedo a las muy probables situaciones legales desagradables que tendrían que enfrentar ante un gobierno opositor. Lo que no llego a entender es cómo piensan lograrlo, ante el evidente deterioro de imagen y pérdida de fe pública que muestran las encuestas. No existe lógica a su permanencia en el poder en unas elecciones limpias. Esa situación me causa incertidumbre y me pone a pensar hacia dónde vamos, de allí el título, ‘Quo Vadis, Panamá’.
Para empezar, no existe una ruta constitucional que permita la reelección inmediata del presidente. Habría que modificar la Constitución para permitir la reelección inmediata. No encuentro antecedente histórico ni disposición generalizada para seguir esa ruta. Recordemos, existe su juramento público y notariado de no buscar su reelección y sigo confiado en que cumplirá con su palabra. Me imagino que cuando nuestro presidente habla de lo democrático que es el continuismo e invoca a Dios para evitar el diabólico mal que representa la alternabilidad en el poder, estará refiriéndose a la permanencia en el poder de su partido y la continuación de su estilo populista de gobierno y no en sí mismo. Así que lo más probable es que impondrá un candidato ‘amigable’. Alguien que obedezca al ‘poder detrás del trono’, que no será difícil adivinar quién podrá ser.
También me pregunto ¿cómo piensan reelegirse nuestros gobernantes ante la pobre aceptación pública de que gozan todos los estamentos del Estado? ¿Cómo lograr ganar una elección general sin trampas, cuando es obvio que no gozan del favor de la mayoría de los electores? Por supuesto que hay maneras no limpias de hacerlo. Una, es la compra de votos a la mejor manera de la época de la Patria Boba; o sea, una elección nacional estilo el Bebedero, caracterizada por el uso masivo de los fondos y recursos del Estado.
Otra es el autogolpe. Opción que no se puede desestimar, dado el notable reforzamiento de nuestras Fuerzas Armadas, retorno al militarismo, su beligerancia política y gran poder de decisión, demostrado por el ya olvidado último motín. El autogolpe es una eventualidad para la cual debemos mantenernos con alerta roja. Los autogolpes surgen cuando existen muchos deseos de permanecer en el poder a toda costa y no se cuenta con el respaldo popular para ganar en una contienda electoral limpia de vicios y fraudes, como es nuestro caso.
Todo lo anterior nos coloca en una encrucijada histórica muy peligrosa. Es lógica la pregunta ‘¿hacia dónde vamos?’.
Si son peligrosas la intenciones de nuestro gobierno de permanecer en el poder a toda costa, más peligrosa es la apatía general de importantes grupos de opinión ante los problemas políticos y sociales (corrupción, nepotismo, criminalidad, deterioro moral), que contribuye a dejar libre el camino forzado hacia el populismo y continuismo.
Además, gran parte de la sociedad sufre de lo que Fernando Henrique Cardoso ha definido como ‘anestesia social’, una situación paradójica en que ante la lluvia de casos de corrupción en los tres poderes del Estado, muchas personas contrarias a indignarse pasan a aceptar esos hechos como algo ‘normal’, como que es parte de ‘la política’, asumiendo una actitud indiferente y conformista.
Otros, psicólogos, han dado en llamar nuestra situación como ‘desamparo inducido’, ‘cuando individuos, expuestos a situaciones altamente estresantes y aparentemente insolubles, ven perjudicadas e inclusive paralizadas sus capacidades intelectuales y emocionales, cayendo en el letargo psicológico y en la frustración’.
Ya sea ‘anestesia social’ o ‘desamparo inducido’ lo cierto es que mostramos apatía, indiferencia y conformismo ante la crítica realidad nacional.
Hace unos años escribí un artículo bajo el título ‘Somos un pueblo de borregos’. En esa ocasión me refería a la paciencia estoica, casi masoquista, de nuestro pueblo en soportar incomodidad, groserías y mal trato de los ‘Diablos Rojos’. Criticaba la ausencia de sentido comunitario en organizarnos para ejercer nuestro poder de usuarios y exigir respeto por nuestros derechos ciudadanos. Es triste admitir que seguimos igual; no hemos cambiado.
BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO.
Para empezar, no existe una ruta constitucional que permita la reelección inmediata del presidente. Habría que modificar la Constitución para permitir la reelección inmediata. No encuentro antecedente histórico ni disposición generalizada para seguir esa ruta. Recordemos, existe su juramento público y notariado de no buscar su reelección y sigo confiado en que cumplirá con su palabra. Me imagino que cuando nuestro presidente habla de lo democrático que es el continuismo e invoca a Dios para evitar el diabólico mal que representa la alternabilidad en el poder, estará refiriéndose a la permanencia en el poder de su partido y la continuación de su estilo populista de gobierno y no en sí mismo. Así que lo más probable es que impondrá un candidato ‘amigable’. Alguien que obedezca al ‘poder detrás del trono’, que no será difícil adivinar quién podrá ser.
También me pregunto ¿cómo piensan reelegirse nuestros gobernantes ante la pobre aceptación pública de que gozan todos los estamentos del Estado? ¿Cómo lograr ganar una elección general sin trampas, cuando es obvio que no gozan del favor de la mayoría de los electores? Por supuesto que hay maneras no limpias de hacerlo. Una, es la compra de votos a la mejor manera de la época de la Patria Boba; o sea, una elección nacional estilo el Bebedero, caracterizada por el uso masivo de los fondos y recursos del Estado.
Otra es el autogolpe. Opción que no se puede desestimar, dado el notable reforzamiento de nuestras Fuerzas Armadas, retorno al militarismo, su beligerancia política y gran poder de decisión, demostrado por el ya olvidado último motín. El autogolpe es una eventualidad para la cual debemos mantenernos con alerta roja. Los autogolpes surgen cuando existen muchos deseos de permanecer en el poder a toda costa y no se cuenta con el respaldo popular para ganar en una contienda electoral limpia de vicios y fraudes, como es nuestro caso.
Todo lo anterior nos coloca en una encrucijada histórica muy peligrosa. Es lógica la pregunta ‘¿hacia dónde vamos?’.
Si son peligrosas la intenciones de nuestro gobierno de permanecer en el poder a toda costa, más peligrosa es la apatía general de importantes grupos de opinión ante los problemas políticos y sociales (corrupción, nepotismo, criminalidad, deterioro moral), que contribuye a dejar libre el camino forzado hacia el populismo y continuismo.
Además, gran parte de la sociedad sufre de lo que Fernando Henrique Cardoso ha definido como ‘anestesia social’, una situación paradójica en que ante la lluvia de casos de corrupción en los tres poderes del Estado, muchas personas contrarias a indignarse pasan a aceptar esos hechos como algo ‘normal’, como que es parte de ‘la política’, asumiendo una actitud indiferente y conformista.
Otros, psicólogos, han dado en llamar nuestra situación como ‘desamparo inducido’, ‘cuando individuos, expuestos a situaciones altamente estresantes y aparentemente insolubles, ven perjudicadas e inclusive paralizadas sus capacidades intelectuales y emocionales, cayendo en el letargo psicológico y en la frustración’.
Ya sea ‘anestesia social’ o ‘desamparo inducido’ lo cierto es que mostramos apatía, indiferencia y conformismo ante la crítica realidad nacional.
Hace unos años escribí un artículo bajo el título ‘Somos un pueblo de borregos’. En esa ocasión me refería a la paciencia estoica, casi masoquista, de nuestro pueblo en soportar incomodidad, groserías y mal trato de los ‘Diablos Rojos’. Criticaba la ausencia de sentido comunitario en organizarnos para ejercer nuestro poder de usuarios y exigir respeto por nuestros derechos ciudadanos. Es triste admitir que seguimos igual; no hemos cambiado.
BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario