De todo un poco...
EUDORO JAÉN ESQUIVEL
2012-11-20 — 12:00:00 AM — E
XPLORANDO LA LUNA: Las calles y aceras de mi ciudad están hechas un
desastre. Tal es la cantidad de cráteres que existen, que manejar en
Panamá equivale a un simulacro de expedición en la Luna, salvo que no
cuento con un LEV (Vehículo Lunar Exploratorio) se hace muy difícil la
proeza. Todo el mundo se queja, salvo el joven ministro del MOP que hace
unos días leía en la prensa, declaraba que ‘las calles de Panamá no
están dañadas’, aunque más tarde se contradice y dice categóricamente
que serán reparadas antes ‘que entre el mes de diciembre’; o sea, muy
dentro de pocos días. Como están las calles y la habilidad del Gobierno
en resolver problemas, no lo creo posible. Por lo contrario, vaticino en
diciembre ‘la Madre de todos los Tranques’, ya sea por decisión
ciudadana como represalia pública al mal trato o forzado por el mal
estado de las vías, unido al tradicional tráfico pesado de las
Festividades de Pascuas de Natalidad.
Debo reconocer que se están realizando obras físicas importantes que deberían resultar, eventualmente, en mejor circulación vehicular y transporte público. Lo que empaña este reconocido esfuerzo es la ausencia de una efectiva programación que aminorara el impacto negativo de la multitud de obras realizadas simultáneamente. Otro gobierno de mayor sensibilidad social lo hubiera hecho.
Si algo demuestran los tranques es la actitud ‘poco me importa’ de este Gobierno hacia el ciudadano común. No solo su falta de prudente planificación de la cronología de realización de las múltiples obras causa los horribles tranques, si no que no ayudan en tomar medidas efectivas que mitiguen las inconveniencias al conductor y peatón, fallan también al no designar personal capacitado permanente en los harto conocidos puntos críticos y horas picos para agilizar el flujo vehicular. Realmente les importan un bledo nuestros malestares.
Todo se realiza al mismo tiempo y a la ligera Se nota que el interés primario del gestor de las obras es programar su terminación para coincidir con la época de elecciones y apostar que nos olvidaríamos de todo este malestar y votaríamos por ellos en agradecimiento. No son tontos, conocen nuestra corta memoria y el refrán ‘masas son veleidosas’. Ojalá me equivoque.
Diálogo o Dilema en Colón
Son muchas las lecciones prácticas que adquirí a través de mi vida académica y profesional. Aprendí, por ejemplo, que si uno desea que se cumpla una labor crítica, se la asigna a una persona concediéndole la autoridad necesaria para realizarla a cabalidad. Delegación y Autoridad deben ir de la mano. Esto último es importante, pues muchas veces delegamos responsabilidades para realizar funciones sin asignar el nivel de autoridad adecuado para que el delegado funcione con eficacia, lo que hace que fracase el intento. Aprendí, también, la realidad del precepto sarcástico que reza: ‘si quieres dilatar una labor o evitar que esta se realice, asígnasela a un comité’.
Esos dos conceptos se aplican a Colón. Mucha gente involucrada, muchos intereses, mucha delegación y poca asignación de debida autoridad, en ambos lados. Es por eso que clasifico el Diálogo de Colón como un clásico caso de ‘ejercicio en futilidad’ y cuando leo en los diarios del momento lo que sucede con el diálogo en Colón, veo que acerté, aunque no se necesita ser un genio para prevenir que el diálogo no conduciría a un final feliz. Todos los anteriores han corrido suerte igual. Ojalá esta vez prevalezca el buen sentido y se busque mejor fórmula para resolver lo que se ha convertido en el Dilema de Colón.
Militarismo
En un artículo anterior, ‘El retorno de los milicos’, advertía el peligro que representa la resurrección del militarismo que estimula este gobierno y el riesgo que representa para nuestra débil democracia.
Definía ‘militarismo’ como ‘injerencia de los militares en el gobierno’ y no hay mejor ejemplo que la injerencia en asuntos netamente de la competencia del Gobierno por parte del comandante de nuestras Fuerzas de Fronteras, quien en toda apariencia se perfila como el ‘Warlord’ de Darién, y peor aún, el emotivo panegírico que en su defensa pronuncian distinguidos ministros de Estado. Después vendrán los lamentos, inclusive de sus defensores, quienes olvidan que ‘mal paga el Diablo a quien bien le sirve’.
BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO.
Debo reconocer que se están realizando obras físicas importantes que deberían resultar, eventualmente, en mejor circulación vehicular y transporte público. Lo que empaña este reconocido esfuerzo es la ausencia de una efectiva programación que aminorara el impacto negativo de la multitud de obras realizadas simultáneamente. Otro gobierno de mayor sensibilidad social lo hubiera hecho.
Si algo demuestran los tranques es la actitud ‘poco me importa’ de este Gobierno hacia el ciudadano común. No solo su falta de prudente planificación de la cronología de realización de las múltiples obras causa los horribles tranques, si no que no ayudan en tomar medidas efectivas que mitiguen las inconveniencias al conductor y peatón, fallan también al no designar personal capacitado permanente en los harto conocidos puntos críticos y horas picos para agilizar el flujo vehicular. Realmente les importan un bledo nuestros malestares.
Todo se realiza al mismo tiempo y a la ligera Se nota que el interés primario del gestor de las obras es programar su terminación para coincidir con la época de elecciones y apostar que nos olvidaríamos de todo este malestar y votaríamos por ellos en agradecimiento. No son tontos, conocen nuestra corta memoria y el refrán ‘masas son veleidosas’. Ojalá me equivoque.
Diálogo o Dilema en Colón
Son muchas las lecciones prácticas que adquirí a través de mi vida académica y profesional. Aprendí, por ejemplo, que si uno desea que se cumpla una labor crítica, se la asigna a una persona concediéndole la autoridad necesaria para realizarla a cabalidad. Delegación y Autoridad deben ir de la mano. Esto último es importante, pues muchas veces delegamos responsabilidades para realizar funciones sin asignar el nivel de autoridad adecuado para que el delegado funcione con eficacia, lo que hace que fracase el intento. Aprendí, también, la realidad del precepto sarcástico que reza: ‘si quieres dilatar una labor o evitar que esta se realice, asígnasela a un comité’.
Esos dos conceptos se aplican a Colón. Mucha gente involucrada, muchos intereses, mucha delegación y poca asignación de debida autoridad, en ambos lados. Es por eso que clasifico el Diálogo de Colón como un clásico caso de ‘ejercicio en futilidad’ y cuando leo en los diarios del momento lo que sucede con el diálogo en Colón, veo que acerté, aunque no se necesita ser un genio para prevenir que el diálogo no conduciría a un final feliz. Todos los anteriores han corrido suerte igual. Ojalá esta vez prevalezca el buen sentido y se busque mejor fórmula para resolver lo que se ha convertido en el Dilema de Colón.
Militarismo
En un artículo anterior, ‘El retorno de los milicos’, advertía el peligro que representa la resurrección del militarismo que estimula este gobierno y el riesgo que representa para nuestra débil democracia.
Definía ‘militarismo’ como ‘injerencia de los militares en el gobierno’ y no hay mejor ejemplo que la injerencia en asuntos netamente de la competencia del Gobierno por parte del comandante de nuestras Fuerzas de Fronteras, quien en toda apariencia se perfila como el ‘Warlord’ de Darién, y peor aún, el emotivo panegírico que en su defensa pronuncian distinguidos ministros de Estado. Después vendrán los lamentos, inclusive de sus defensores, quienes olvidan que ‘mal paga el Diablo a quien bien le sirve’.
BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO.
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